"Yo no dispongo de esas facilidades porque estoy afiliada a otro centro que no es la ONCE. Por supuesto me parece una muy buena iniciativa, pero esa responsabilidad debería recaer en el Ayuntamiento y no en una organización especializada, porque hay muchas personas a las que esa información no llega", sostiene Ana, que se ha enterado de esa ventaja hace muy pocos días, por casualidad.
Algo parecido pasa con las paradas de autobuses: también existe un dispositivo que con su activación facilita la información sonora sobre el horario y la frecuencia a sus usuarios.
Pero la mayor dificultad con la que se ha encontrado Ana han sido siempre los semáforos: apenas una decena de semáforos en Bilbao tienen una alerta sonora continuada para avisar que se puede pasar. El monopolio de la adaptación de semáforos en Bilbao lo tiene la ONCE, que facilita un mando a sus afiliados para que, al pulsarlo, se active la alerta en el más cercano para no tener que recurrir a ayuda externa.
Finalmente decidió abandonar el empleo y la asociación de discapacitados IGON a la que estaba afiliada le consiguió un puesto de telemarketing en el propio centro. "Tenía un ordenador adaptado que podía manejar con total autonomía y sentía que mis compañeros comprendían mi situación". Al fin y al cabo, IGON es un recurso especializado en personas con discapacidades físicas que lucha por una sociedad más inclusiva y por que los recursos se adapten a ellos, y no al contrario.
Recursos adaptados
Algo que no solo ocurre cada vez que sale a dar un paseo, le ha ocurrido durante muchos años en el ámbito laboral. Después de sufrir la enfermedad, Ana se incorporó como empleada de la limpieza en el centro comercial Max Center de Barakaldo, según ella, "contratada porque tienen que cumplir el requisito del 2% de la plantilla con discapacidad y por las ayudas económicas de la Seguridad Social". Y es que, lo que para una persona con sus facultades oculares intactas está sucio, muchas veces para ella no lo estaba: "no lograba distinguir si había hecho bien mi trabajo o no, y eso me ha acarreado muchas broncas de mi encargado y de mis compañeros".
"Me desoriento muy fácil y muchas veces no sé hacia donde tengo que ir. Me gustaría no tener que preguntar a la gente cada vez que salgo, pero es inevitable", explica Ana. Cuando una persona con discapacidad visual camina por la calle, los viandantes tendemos a apartarnos para facilitarles el paso, y ese gesto, comenta, "no ayuda nada. Normalmente se nota en la cara que necesitas ayuda, pero hasta que no la pides, nadie te la ofrece".
Ana San Martín está harta de preguntar cada vez que sale a la calle sin compañía. A los treinta años le diagnosticaron una toxoplasmosis que derivó en la pérdida de la visión central del ojo izquierdo y de la capacidad visual del 54% en el derecho. Desde entonces, "molestar" a la gente cada vez que se sube a un autobús para preguntar por la parada o por el color de los semáforos es su rutina diaria.
Acostumbrarse a preguntar
Acostumbrarse a preguntar, a desorientarse y a encontrarse, a tardar más de lo normal en volver a casa, y a que la gente se aparte cuando se está paseando por la calle son, según Ana, las claves principales para llevar un estilo de vida normalizado y ser, en la medida de lo posible, totalmente independiente.
Normalmente se nota en la cara que necesitas ayuda, pero hasta que no la pides, nadie te la ofrece"
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Actualmente es la ONCE quien tiene el monopolio de la adaptación de semáforos
Testimonio de Ana San Martín.